El plástico es
un material casi indispensable en la vida cotidiana. Lo utilizamos para la
calefacción en nuestras casas, para hacer más livianos los autos y computadores, conservar más fresca nuestra
comida y asegurarnos la seguridad de las medicinas. También se usa el plástico
en la producción de energía eólica y la solar. Inclusive, en los lugares donde
menos te imaginarías, el plástico está presente, siendo el lugar más
sorprendente nuestro propio cuerpo.
Inventado en
1909 por el químico norteamericano Leo Hendrik Baekeland, el plástico es el primer
material totalmente sintético creado por el hombre en base a moléculas que
vienen del petróleo, que al ser sometidas a calor y presión se unen en cadenas
de moléculas llamadas polímeros. Su gran ventaja es su flexibilidad,
resistencia, liviandad y poder aislante. Por su bajo costo ayudó a abaratar el
consumo masivo de bienes como la ropa, la comida, la tecnología, la
construcción y los insumos de hospital. El plástico es la tercera mayor
industria de Estados Unidos y, en Chile, representa un 1,5% del PIB. Los
chilenos, además, consumen 51 kilos de plástico per cápita, el más alto en Latinoamérica,
aunque aún lejos de los 150 kilos per cápita de EE.UU. y los 136 al año en
Europa.
Lo que tiene hoy
muy preocupados a científicos y a las agencias reguladoras encargadas de
asegurar la inofensividad de envases de este producto, como la FDA en Estados
Unidos y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, son los más de 450
estudios que demuestran que algunos componentes comunes del plástico, como el
bisfenol A y los ftalatos, tienen efectos tóxicos en el ser humano, incluso en
dosis bajas, que hasta hace poco eran vistas sin mayor inquietud por la ciencia
internacional.
El bisfenol A es
un aditivo químico usado para endurecer los plásticos de policarbonato ocupados
en algunas mamaderas y recipientes, en botellas plásticas, juguetes, sellantes
dentales, DVD y también en la resina que cubre el interior de las latas. Hoy se
sabe que al entrar al organismo tiene el efecto de un estrógeno sintético o
disruptor endocrino, ya que se mimetiza con la hormona humana a través de su reemplazo o bloqueo, alterando su
metabolismo. También se ha comprobado que puede causar la reproducción de
células cancerígenas, especialmente de cánceres relacionados con el sistema
endocrino, como el de mamas y el de próstata.
La Agencia
Europea de Seguridad Alimentaria también está estudiando 450 investigaciones
que identifican posibles efectos dañinos sobre el riñón, hígado y glándulas
mamarias derivados de la exposición al BPA. En Chile, en cambio, la presencia
de estos químicos en el plástico no está regulada ni ha sido estudiada.
Los otros
aditivos muy usados en la industria del plástico y que según un estudio que hizo en 2005 el Centro de Control de
Enfermedades de Estados Unidos pueden reducir la cantidad de espermios, son los
ftalatos, químicos como el DEHP, el BBP y el DBP que hacen que el plástico sea
suave y flexible. Están en gran cantidad en juguetes blandos como muñecas,
gomas de borrar, pelotas o mordedores para bebés. También están en mangueras,
cortinas de baño de vinilo y herramientas médicas como sondas y tubos de
percusión intravenosa. Los maquillajes los incluyen entre sus ingredientes,
sobre todo las cremas, jabones y shampoos para una textura más suave. Muchas
pinturas también los tienen y la mayoría de los productos de limpieza para el
hogar. O sea, están en todas partes y llegan al organismo principalmente a
través de la inhalación, porque son volátiles. Pero también por la piel y a
través de la comida. Lo grave es que la legislación en Chile y en varios países
del mundo todavía no le toma el peso a este gran problema en desarrollo,
mientras estudios como el del Imperial College London, en 2008, los asocian con
infertilidad, pobre movilidad espermática, desarrollo prematuro de mamas,
enfermedades de la tiroides y obesidad.
Ahora bien, el
desafío no es solo el daño de este elemento, si no que el descontrol en la
producción masiva de éste y el nivel de contaminación que produce. Para
demostrar esto, un grupo de científicos de distintas universidades a lo largo
de Estados Unidos se unieron para medir la cantidad de residuos plásticos que
habían llegado al mar en un año específico y luego hacer un pronóstico para los
siguientes años. Su informe final, publicado en la revista Science data que en
el año 2010, los 192 países investigados produjeron un total de 275 millones de
toneladas de desechos plásticos, de los cuales 8 millones de toneladas fueron a
parar a los océanos. Jenna Jambeck, profesora de ingeniería ambiental en la
Universidad de Georgia y principal autora de la investigación intenta ilustrar
esta enorme cantidad ejemplificando: “"Eso representa cinco bolsas de
supermercado llenas de desechos de plástico cada 30 cm a lo largo de las costas
de esos 192 países que estudiamos"
La conclusión final de Jambeck es que sin un cambio real, el efecto acumulado de esta contaminación llenará los océanos con unos 155 millones de toneladas de plásticos de aquí a 2025.
La conclusión final de Jambeck es que sin un cambio real, el efecto acumulado de esta contaminación llenará los océanos con unos 155 millones de toneladas de plásticos de aquí a 2025.
Es aquí donde
traigo a colación el documental que me ha inspirado a darle una mirada más
profunda a este tema. “Plastic Planet” es un impactante documental de
investigación donde el austríaco Werner Boote nos muestra cómo el plástico se
ha convertido en una amenaza global. No solo es una película con una
gran investigación científica por detrás si no que está diseñada para concientizar
al espectador y aclarar uno de los temas más complejos de la actualidad como lo
es la fabricación y utilización del plástico.
Personalmente,
el montaje que más me impactó fue cuando distintas familias se dedicaban a
sacar de sus casas todo lo que tenían de plástico y eran una cantidad de cosas
que jamás podrías haberte imaginado, y que uno también tiene en su casa y no se
percata de su efecto. No solo eso, si no que para complementar, el documental
traía datos tan increíbles como que se consumen 1 millón de bolsas de plástico por minuto en todo el mundo; cada
familia utiliza una media de 5,4 bolsas de un solo uso a la semana; la media de
vida de una bolsa de plástico es de 12 minutos y que una vez depositada en la basura tarda entre 400 y 1000 años en descomponerse;
o como que la contaminación provocada
por plástico, así como su ingestión o enredo en el cuerpo de numerosos animales
es responsable de la muerte de más de 1 millón de aves y de 100.000 animales mamíferos
marinos y tortugas cada año.
Por lo tanto,
luego de haber visto el documental y haber hecho mi investigación personal
acerca del tema, puedo concluir que la calificación del plástico como un
peligro en descontrol no es más que una mera descripción de la realidad que
estamos viviendo. Debemos alertarnos y tomar acción frente a este tema ya que
como vemos, va en aumento de una manera brutal. Está en nuestras manos hacer
consientes a los dirigentes internacionales sobre la urgencia en este aspecto,
ya sea para evitar la destrucción de nuestro planeta como combatir por nuestra
supervivencia como humanidad.
Bibliografía:
·
http://www.sciencemag.org/content/347/6223/768.abstract